DOS MUNDOS, LA MISMA PASION
De la mano de varios entusiastas, el Automodelismo Slot se “fusionó” con el Turismo Carretera. Así nacieron torneos “a escala” de la popular categoría que se disputan sobre extensos circuitos especialmente diseñados y con pequeñas réplicas que son accionadas con un pulsador.
Hablar sólo de la pasión del Turismo Carretera sería, en éste caso, redundar acerca de algo donde ya no se encuentran adjetivos calificativos para describirlo. Pero si a ese entusiasmo por la “máxima” se suma el que muchos sienten por el “Automodelismo Slot”, estamos hablando de la fusión de dos mundos diferentes, pero que encuentran en el fanatismo un punto en común...
El “Slot” se practica con “autos” a escala 1/32, 1/28 y 1/24. Estas miniaturas, que son capaces de llegar a 180 km/h, están compuestos por un chasis de acero enchapado, motores de 12 voltios, transmisión de piñón-corona, un eje, una carrocería de poli carbonato y diminutas gomas. Estas réplicas son apoyadas sobre vías con dos contactos (escobillas) e impulsados a corriente por un pulsador que funciona como una llave: a través de una resistencia, al accionarlo el auto se mueve sobre la vía y al soltarlo, el mismo frena.
Carlos del Cerro es uno de los pioneros en el tema del “Slot” en nuestro país, a tal punto que hoy tiene el privilegio de vivir de su gran pasión. Tiene un enorme local de dos pisos ubicado en Av. de los Constituyentes al 5.900 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. En la planta baja hay a la venta todo tipo de accesorios para esta apasionante disciplina; mientras que en el primer piso hay una imponente pistas de 50 metros y 8 vías. Desde los 14 años Carlos disfruta de esta “adrenalina pura”, como él mismo define lo que le despierta el “Slot”, y desde 1983 lo hace profesionalmente. “El momento bisagra para dedicarme a esto fue haber construido un chasis novedoso para la época. Tenía cinco movimientos y estaba armado con cuerdas de piano y bronce. Eso me dio tal difusión que comencé a hacer esto comercialmente”, recuerda.
A simple vista esto parece un juego, un hobby, que en principio es lo que atrae a los curiosos, pero basta con ver una competencia para comprobar la euforia que invade a los pilotos del TC 3000, que hace las veces de la “máxima”, y del TC Pista; una división para principiantes. Controlado y organizado por el mismo Carlos, estos campeonatos constan de 11 fechas, compuestas cada una por clasificación, series y final. Según lo indica el reglamento los competidores están limitados para reformar la mecánica. Entre las modificaciones reglamentarias que se le pueden hacer a los autos cuyas carrocerías deben imitar a los verdaderos Turismo Carretera se pueden citar rectificar el colector, balancear la bobina, pegar los imanes, poner ciertos carbones y resortes de competición y utilizar ciertos chasis homologados.
A partir de éstas bases los fanáticos buscan todas las estrategias posibles para conseguir el tan ansiado título. “La pasión del TC es la que mantiene a la gente, la gran mayoría de los que hacemos esto somos los mismos que el domingo miramos atentamente la carrera”, describe este automodelista por excelencia, que además de abastecer a los fanáticos de repuestos o autos armados, también se dedica a prepararlos. “Todo depende de lo que vos sepas y de lo que vos quieras. Si querés, compras repuesto por repuesto y te armas el auto. Pero al principio la mayoría nos piden el servicio de preparación. Hace muchos años le preparaba el auto a Matías Rossi, él tendría 8, 9 años. Era un excelente piloto”, asegura.
Todos los elementos del auto son traídos del exterior, en su gran mayoría de Estados Unidos. Las gomas, por ejemplo salen 20 pesos; el chasis y el motor, otros 50; mientras que la carrocería pintada, 25. En fin, estos precios aproximados sumados al servicio mecánico, dan como resultado que un auto de competición del TC Pista, sale 250 pesos y uno del TC, poco más de 400. Una vez importados los repuestos, ya en su taller, este experto les hace las reformas necesarias y en algunos casos hasta exporta: “Normalmente vendo autos y elementos a España y Brasil. Algunas cosas también a Chile, Ecuador, Finlandia. A Australia por ejemplo mande tres autos de Patricio Di Palma”, confiesa con una sonrisa.
Algunos descargan tensiones y otros hasta lo utilizan como terapia. La mayoría comienza por hobby, pero todos terminan en un estado de adicción a estas competencias difícil de explicar. Aunque Carlos del Cerro sabe como describir esta pasión: “A esta altura de mi vida, corro cada cinco años. Pero te puedo asegurar que el día que agarre un pulsador, corra una carrera y no me tiemble la nalga derecha, es porque estoy muerto”.
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